

La mucama reponía las bandejas y las botellas vacías, la comida
circulaba sin pausa desde la cocina hacia la sala. Como había perdido
la silla y no tenía acceso directo a la mesa, mamá me alcanzaba
empanadas sobre un platito y, cuando era necesario, el vaso de gaseosa.
Mientras masticaba, paré la oreja para tratar de pescar a alguien
diciendo goy, estaba obsesionado con saber qué había querido decir
el abuelo de Ana con eso de “tenés a un goy en tu casa”. ¿Un vago,
un idiota, un tartamudo? Me horroricé al barajar que un goy podía
ser un ladrón.
DEBIDO A LAS CIRCUNSTANCIAS PANDÉMICAS, PONEMOS A DISPOSICIÓN DE TODOS USTEDES EL PDF DEL LIBRO . QUÉDENSE EN SUS CASAS Y CUÍDENSE.

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